
Ella se acercó sin ser invitada a la barra en que bajaba mi clásica Escudo chica-así no más, sin vaso-, la conocía hacía un tiempo, aunque no éramos amigos, si bien reconozco que las miradas que nos echábamos eran más que cómplices. Puro fuego, diría un amigo. Este puerto, al final da para todos, y no sólo trabajo y productos del mar.
Ella, decía, se sentó a mi lado y como que no quiere la cosa me saludó. Amablemente le respondí el saludo, pero sin dar inicio a una conversación, es más, diría que le di la clásica cortada girando mi cuerpo hacia la interesante fémina que me atendía en el bar e intenté seguir el cordial e imbécil tema que nos ocupaba-el frío o algo así- aunque ahora la dama a mi lado intentaba meter su cuchara, como reza el dicho. Sin embargo, corrieron a la par el inexorable tiempo y las cervezas, y ustedes saben, el raciocinio y el buen juicio de un momento a otro se fueron a la reverenda cresta. Además la doncella que servía los tragos hacía rato se había despreocupado del frío en las palabras mentirosas de otro de los asistentes al sucucho en el que yo intentaba, con más voluntad que capacidades, recibir la atención de alguna representante del género femenino de las que esa noche se meneaban por ahí.
No piensen mal de mí, la chica a mi lado, insistente, era lo que diríamos normal, ni linda ni fea, ni gorda ni flaca, ni tonta ni inteligente; un sólo defecto tenía la mujer: estaba "felizmente comprometida". Entenderán ahora la razón de mi prudente distancia, pues, fiel a mis creencias y sólidos principios "no debía desear a la mujer de mi prójimo"...Y ahí radicaba también el dilema de aquella noche, el "dichoso novio", mi prójimo, no estaba con ella.
Decía que las cervezas y el tiempo, sin que yo pudiese o quisiera detenerlos, avanzaban en el reloj y en mi cabeza, y para entonces, la damisela a mi lado había concentrado mi total atención. Ella logró su objetivo, era un pobre inocente atrapado en las redes de aquella persistente mujer.
Podría culpar a las cervezas, a la soledad, a la maldita música romántica del trovador en vivo, la cuestión es que de un momento a otro, había dejado la barra y me encontraba en una de las mesas del local muy "abrazaditos los dos" y pidiendo a gritos algo bailable- de hecho La Noche-, para seguir la jauja.
Por mi torrente sanguíneo, directo al cerebro, circulaban ya una considerable cantidad de cervezas chicas, que pese a su tamaño, dañan igual el sentido común. Es decir, a los primeros acordes de "la banda tropical del momento", me encontraba bailando hecho una pirinola. Y como dicen los entendidos y teóricos de la danza, no hay un arte que se aproxime más al ritual de apareamiento humano que bailar, una cosa pasó a la otra, y ya saben...Llamar un taxi a las siete y media de la mañana de un sábado en KellorK puede ser complicado.
1 comentario:
yo no estoy ni ahi si están comprometidos o no JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAA
yo soy mala...muy mala
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