jueves, 10 de julio de 2008

Crónicas Quelloninas - Parte II


Nada debe ser más trillado ni común que salir con los colegas del trabajo,pues sabes de antemano que los teléfonos de hombres y mujeres comenzarán a sonar a eso de las 22:30, tus colegas descaradamente dirán que "voy saliendo, mi amor", y luego todos juntos molestarán a cada uno de los que recibieron ese llamado.

Sólo en Quellón, (Chiloensis Tijuanaes, según la enciclopedia recopilada por Sir Archibald Templeton en 1948), las cosas pueden tergiverzarse demencialmente si cometes la locura de salir a celebrar una pagada de piso o una comida del trabajo...

Como en ningún otro lugar, salir a mitad de semana puede desembocar en una borrachera de tomo y lomo, las happy hours resultar eternas o un "traguito más antes de irnos" ser una invitación para terminar tirando las manos en un night club tratando de engrupirse a una colombiana de trasero descomunal.

Para hacer esto, de algún modo, menos confesional, diré que esto le ocurre a otras personas y me las daré de cronista noctámbulo y bonachón, cigarro en mano, vaso en ristre, en la barra de algún local quellonino, mientras busco historias para mi blog, en vez de decirles que en realidad mis noches de carrete están generalmente pasadas a ron trasnochado y con labial de alguna mujer aburrida que quita sus penas de más con mi charla insulsa y mi descarado intento de llevarla a la cama, ahora ya, antes de que recuerde entre los vapores de su mareado cerebro que tiene marido, hijos y toda esa triste carga social que tardíamente notó haber contraído sin querer.

Y claro que resulta, si no es que sea un Brad Pitt, al contrario, diría que actúo de mala fe, a sabiendas que mi objetivo no está en sus cabales-excusa a todas luces innecesaria, yo estoy igual de necesitado-y que fácilmente se dejará, sí se dejará, llevar por lo único que su edad le permite tomar a esas alturas de la embriaguez, a esas alturas del adelantado arrepentimiento que ya anidó en su cabeza, antes de siquiera hacer el más mímino ademán, dar el más impercetible signo de aprobación a mis intenciones.

Mientras que en su cartera a la moda, puesta con cuidado sobre el top abrigo Falabella o Ripley - igual al que se compró la mitad más uno de sus amigas en Puerto-el celular suena, resuena con el inconfundible ringtone de moda, mientras el vaso se multiplica milagrosamente para quitar el mal sabor del engaño por venir. Mientras en la mesa los demás colegas nos burlamos de ella cada vez que dice "ya voy yendo pa' la casa, amor"...cuando en el fondo quisiéramos recibir esos llamados y saber y sentir que alguien está pendiente de tus actos y que de algún modo le importas a alguien a las 22:30, a las 23:30, a las 24:00 de esta vida, que, sabemos, a cada vaso se seca más...

En la barra alguien observa, voltea y baja la cabeza, retoma su vaso en el último trago, lo vacía, alarga la mano y su bartender amigo se lo llena nuevamente...