
La sensación de no saber, esa suerte de misterio y de anonimato que entrega estar en otra ciudad puede ser de una riqueza invaluable...o una soberana lata. En el caso particular, ambas.
Habiendo terminado mis obligaciones en la capital de la república chilota, me dirigía a tomar el clásico minibus de vuelta hacia Quellón, cuando entre la lluvia y los vidrios de una shopería castreña noto, trás un vidrio empañado, como Luca Prodán, una silueta familiar. No una mujer, insisto, como en el tema de Sumo, sino que a un viejo conocido (me quedan pocos jóvenes conocidos). Puede ser debido a mi voluminoso cuerpo, o a mi innegable presencia humana, la cuestión es que aquel individuo igual se percató de mi aparición entre el aguacero que barría la calma de la plaza castreña y sus alrededores. Con amable gesto levantó una mano, invitándome a unírsele a la, a esas horas, jolgoriosa libación. Saludos y recuerdos varios de por medio, me vi sentado frente a un generoso pitcher Kunstman, que presagiaba una estadía más larga de la presupuestada.
Es aquí donde la cosa agradable, con el pasar de las horas, se va tornando algo ingrata. Mi conocido amigo se tornaba cada vez más un extraño, y a medida que el alcohol se apoderaba de su espíritu, la situación era más que incómoda. Entre las aburridas anécdotas universitarias deslizó una presentación que aquella noche realizaban en Castro los Inti (no sabía bien cual de las dos agrupaciones), por lo que tenía una excusa para fintar sus insistentes invitaciones a seguir la conversa en su casa...
Una vez más la vida, Dios, el destino o como quieran llamarlo, hizo que la fortuna se pusiera de mi parte. Un llamado a su móvil y el cambio de gesto inmediato me dio una pista; era la señora o la polola. Resultó lo primero, y entre balbuceos me explica un olvido imperdonable: debía viajar a casa de sus suegros,en Achao, para una "maravillosa" jornada familiar. Me pide disculpas, pero para reparar su error, dice, me puede dejar las llaves de su casa para que me quede en Castro, pues ya la noche entraba rauda a la ciudad y mi último transporte hacia rato que enfilaba hacia el puerto final de la isla. Dicho y hecho, pagó su parte de la cuenta y se largó, refunfuñando por su idiotez o por estar casado, no me percaté. Tenía techo y panorama, algo de dinero, así que la ecuación estaba completa.
Tranquilamente despaché el último vaso de cerveza, pagué y camine siguiendo las indicaciones de mi amigo. La casa quedaba cerca del centro, y al llegar encendí el fuego, me duché y partí hacia el gimnasio local para ver el show de Inti Illimani. Bien como siempre, impecables, demasiado para mi gusto, la perfección puede ser asfixiante.
Terminada la presentación, comenzaba mi periplo por diferentes antros de la capital provincial, a fin de encontrar alguno en el que me sintiera a gusto. Castro no es KellorK y mucho menos Ancud, lo que les puede dar una idea de los sitios que allí existen; mucha apariencia y poca sustancia, decorado versus contenido, en fin, comparémoslo con una modelo televisiva. Castro es la chica linda, que se ve bien, se mueve como los dioses, huele exquisito, pero a la hora de la verdad, decepciona, fracasa. Los chulos, las putas, las no tan putas, los lindos,las lindas, los gays, las apestadas, los borrachos, los pendejos y los no tanto, se daban cita y desaparecían alternadamente de los diferentes tugurios, para encontrarse todos de nuevo, y volver a desaparecer. Con una buena dosis de cervezas en el cuerpo enfilé hacia la disco céntrica de moda, para descubrir, como un balde de agua fría, que era IGUAL a cualquiera...sí, lo sé, tengo la suficiente edad para saber que las cosas ya no sorprenden y la diversidad tan en boga es sólo una palabra, pero, por el amor de Dios, algo de distinto podía haber allí...nada...reggaetón, La Noche, Américo...puajjjj!!!...Las fáciles, las difíciles, los que vamos por las fáciles, los que tienen agendadas a las difíciles, los que miran y los que son mirados...estaban todos allí, y éramos los mismos de toda la noche; conocí a casi todo Castro entre la 10 pm y las 5 am...es cierto que el mundo es chico, pero Castro pudo haber sido más grande, en suma, descubrí que el misterio no existe, y estar en un lugar nuevo no es más que estar en el mismo lugar en un tiempo diferente...