
La radio reproduce un bello tema de Radiohead, y el sol comienza su caída al mar, mientras mis dedos recorren veloces el teclado, desahogando mi cabeza y mi corazón para hacer que estas palabras lleguen al falso papel de este blog...
Escribo mientras mi cabeza piensa un dibujo, uno de esos muchos que quizás nadie vea nunca (o sólo alguna que otra "afortunada" a la que invite a mi triste dormitorio de pensión). Escribo mientras estoy solo otra vez, con esta vocecita en mi cabeza que me recuerda las cosas que vienen, las cosas que pasaron y las que no debieron ser, y sin embargo se convirtieron en parte de mi vida...
Este falso lápiz se mueve entre mi cabeza y las teclas, mientras en el desierto las almas salen de debajo de la tierra; bella metáfora terrible la de los mineros, que saldrán de la ultratumba para recordar a Chile a esos otros enterrados secretos que murieron con los ojos llenos de miedo, en falsos enfrentamientos, en falsos intentos de fuga, en oscuros bodegones bañados de sangre y preñados del odio milico; metáfora, digo, de esos muertos a cientos de metros bajo la tumba que tranquila nos baña, cuerpos que cayeron del cielo, dantesca llovizna desde el vientre de los helicópteros, vómito mudo de este país-chiste, que festeja su independencia cuando más llenos estamos de dueños particulares de nuestros bolsillos, de nuestras tierras, del mar de nuestra educación...
Treinta y tres es el número, la palabra, la acción, el concepto; permítanme no estar alegre hoy (quizás tampoco mañana), repito: estos muertos vivos, estos resucitados emergen de las fauces de su enemigo para abofetear a todo un país que olvida a los otros perdidos, esos que ya nunca volverán...
Escribo mientras el sol ya es sólo un recuerdo borroso en mi ventana, para llenar el espacio en blanco que tiene esta tarde mi corazón.